Comentario
Capítulo X
Conclusión
No han los indios perdido sino ganado mucho con la ida de la nación española, aun en lo que es menos, aunque es mucho, acrecentándoseles muchas cosas de las cuales han de venir, andando los tiempos, a gozar por fuerza, y ya comienzan a gozar y usar de muchas de ellas. Hay ya muchos y buenos caballos y muchas mulas y machos; los asnos se dan mal, y creo lo ha causado el regalarlos, porque sin falta es bestia recia y que la daña el regalo. Hay muchas y muy hermosas vacas, puercos muchos, carneros, ovejas, cabras y de nuestros perros que merecen su servicio, y que con ellos se ha, en las Indias, hecho contarlos entre las cosas provechosas. Gatos que son muy provechosos y allá necesarios, y los quieren mucho los indios. Gallinas y palomas, naranjas, limas, cidras, parras, granadas, higos, guayabos y dátiles, plátanos, melones y las demás legumbres; y sólo los melones y calabazas se dan de su simiente, que las demás es menester simiente fresca de México. Dáse ya seda y es muy buena.
Hanles ido herramientas y el uso de los oficios mecánicos, y dánseles muy bien. El uso de la moneda y de otras muchas cosas de España, que aunque los indios habían pasado y podido pasar sin ellas, viven sin comparación con ellas más como hombres y más ayudados a sus trabajos corporales y a la relevación de ellos que según la sentencia del filósofo, el arte ayuda a la naturaleza.
No ha dado Dios acrecentamiento a los indios con la nuestra nación española de las cosas dichas tan necesarias al servicio del hombre, que por solas ellas no pagan con lo que dan o darán a los españoles, tan solamente; pero les han ido sin paga las que no se pueden comprar ni merecer, que son la justicia y cristiandad y paz en que ya viven; por lo cual deben más a España y a sus españoles, y principalmente a los muy católicos reyes de ella --que con tan continuo cuidado y con tan grande cristiandad de estas dos cosas los han proveído y los proveen--, que a sus primeros fundadores, malos padres que los engendraron en pecado e hijos de ira, que la cristiandad los engendra en gracia y para gozar la vida eterna. Sus primeros fundadores no les supieron dar orden (para que) careciesen de (los) errores tantos y tales como en los que han vivido. La justicia los ha sacado de ellos mediante la predicación, y ella los ha de guardar no tornen a ellos; y si tornaren, los ha de sacar de ellos con razón, pues se puede gloriar España en Dios, pues la eligió entre otras naciones para remedio de tantas gentes, por lo cual ellas le deben mucho más que a sus fundadores ni genitores; que si como el bienaventurado San Gregorio dice, no nos fuera de mucho provecho nacer si no viniéramos a ser de Cristo, bien nuestro, redimidos. Ni más ni menos ¿qué fruto --podemos decir con Anselmo-- nos trae el ser redimidos si no conseguimos el fruto de la redención que es nuestra salvación? Y así, yerran mucho los que dicen que porque los indios han recibido agravios, vejaciones y malos ejemplos de los españoles, hubiera sido mejor no los haber descubierto, porque vejaciones y agravios mayores eran los que unos a otros se hacían perpetuamente matándose, haciéndose esclavos y sacrificándose a los demonios. Mal ejemplo, si lo han recibido o de algunos lo reciben ahora, el rey lo ha remediado y remedia cada día con sus justicias y con la continua predicación y perseverante contradicción de los religiosos a quienes los dan y han dado; y cuanto más es evangélica la doctrina, los malos ejemplos y los escándalos son necesarios, y así creo lo han sido entre esta gente para que ella supiese, apartando el oro del lodo y el grano de la paja, estimar la virtud como lo han hecho, viendo con el filósofo que resplandecen las virtudes entre los vicios y los virtuosos entre los viciosos, y el que mal ejemplo o escándalo les ha dado, tiene terrible aflicción si no los satisface con (algo) bueno; y tú, carísimo lector, pídelo así de tu parte a Dios y recibe mi poco de trabajo perdonando los defectos de él, y acordándote, cuando con ellos topares, que no sólo no les defiendo, como San Agustín dice decía de sí Tulio, el cual decía nunca había dicho palabra que la quisiese revocar, y no agradó el santo por ser tan propio el errar de los hombres; pero al principio, antes que los topes, los toparás revocados o confesados en mis introducciones o prólogos, y así juzgarás con el bienaventurado Agustín en la epístola a Marcela, la diferencia entre quien confiesa su yerro o falta y el que las defiende, y perdonarás las mías como dice el profeta hace Dios (con) las mías y las tuyas, diciendo: Señor, yo dije que confesaré mi maldad e injusticia, y luego tú la perdonaste.
El historiador de las cosas de las Indias, a quien se debe mucho en ellas por su trabajo y por la lumbre que les dio,* dice hablando de las cosas de Yucatán que usaban honda en la guerra y varas tostadas; y de las cosas que en la guerra usaban ya lo dejo dicho y no me espanto le pareciesen a Francisco Hernández de Córdoba y a Juan de Grijalva, de honda las pedradas que les tiraban los indios, cuando en Champotón los desbarataron, pues se retiraban, pero no saben tirar con honda ni la conocen, aunque tiran muy certera y recia una piedra, y encaran con el brazo izquierdo y el dedo índice a lo que tiran. Dice también que son los indios retajados, y como sea esto ha de hallarse anteriormente. Dice hay liebres y cómo son las que hay hallarás en el último capítulo. Dice hay perdices y qué tales, y cómo sean hallarás también en el último capítulo. Dice más nuestro historiador: que hallaron en el cabo de Cotoch cruces entre muertos y los ídolos, y que no lo cree porque si fueran de los españoles que de España se despoblaron cuando se perdió, tocaran de fuerza primero en otras tierras, que hay muchas. Yo, no por esta razón que no me convence, no lo creo porque no se sabe de las otras partes que podían reconocer y a dónde antes que a Yucatán podían llegar, si llegaron o no, tampoco como en estas de Yucatán. Pero por lo que no lo creo es porque cuando Francisco Hernández y Grijalva llegaron a Cotoch, no andaban a desenterrar muertos sino a buscar oro entre los vivos, y también creo de la virtud de la cruz y de la malicia del demonio que no sufriera, ver cruz entre los ídolos, en peligro de que milagrosamente algún día su virtud se los quebrantara y a él le ahuyentara y confundiera como hizo a Dagón el arca del testamento con no estar consagrada con sangre del hijo de Dios y dignificada con sus divinos miembros, como la santa cruz. Pero con todo eso, diré lo que me dijo un señor de los indios, hombre de muy buen entendimiento y de mucha reputación entre ellos: hablando en esta materia un día y preguntándole yo si había oído algún tiempo nuevas de Cristo, Nuestro Señor, o de su Cruz, díjome que no había oído jamás nada a sus antepasados de Cristo ni de la Cruz, mas de que desbaratando un edificio pequeño en cierta parte de la costa, habían hallado en unos sepulcros, sobre los cuerpos y huesos de los difuntos, unas cruces pequeñas de metal, y que no miraron en lo de la cruz hasta ahora que eran cristianos y la veían venerar y adorar, que habían creído lo debían ser aquellos difuntos que allí se habían enterrado. Si esto fue así, es posible haber allí llegado alguna poca gente de España y consumídose en breve, y no haber podido quedar, por eso, memoria de ellos. FIN.